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Viajar De Forma Diferente
(read by Alejandra, Spanish Instructor in Montevideo, Uruguay)
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Desde muy joven descubrí que el viaje era, para mí, la mejor forma de aprender. Aún hoy sigo con esta alma de peregrino y he decidido relatar algunas de las lecciones que he aprendido con la esperanza de que puedan ser útiles a otros peregrinos como yo.
- Evita los museos. El consejo puede parecer absurdo, pero vamos a reflexionar un poco juntos: si estás en una ciudad extranjera, ¿no es mucho más interesante ir en busca del presente que del pasado? Resulta que las personas se sienten obligadas a ir a los museos, porque desde niños aprendieron que viajar es buscar ese tipo de cultura. Está claro que los museos son importantes, pero exigen tiempo y objetividad: necesitas saber qué deseas ver en ellos o, si no, saldrás con la impresión de que has visto una porción de cosas fundamentales para tu vida, pero no recuerdas cuáles son.
- Frecuenta los bares. Es éstos, al contrario que en los museos, se manifiesta la vida de la ciudad. Los bares no son discotecas, sino lugares a los que va el pueblo, toma algo, piensa en el tiempo y estate siempre dispuesto a conversar. Compra un periódico y no dejes de quedarte contemplando las entradas y salidas. Si alguien te da palique, por tonto que sea, pega la hebra:no se puede juzgar la belleza de un camino mirando sólo el comienzo.
- Estate disponible. El mejor guía de turismo es quien mora en el lugar, lo conoce todo, está orgulloso de su ciudad, pero no trabaja en una agencia. Sal a la calle, elige a la persona con la que deseas conversar y pide informaciones (¿dónde queda la catedral? ¿Dónde está la oficina de Correos?). Si no da resultado, prueba con otra…seguro que al final del día encontrarás una compañía excelente.
- Procura viajar solo o, si estás casado, con tu cónyuge. Dará más trabajo, no habrá nadie que cuide de ti o de los dos, pero sólo de esa manera podrás realmente salir de tu país. Los viajes en grupo son una forma disfrazada de estar en una tierra extranjera, pero hablando la lengua materna, obedeciendo lo que manda el jefe del rebaño, interesándote más por los chismes del grupo que por el lugar que estés visitando.
- No compares. No compares nada: ni precios ni limpieza ni calidad de vida ni medio de transportes, ¡nada! No estás viajando para demostrar que vives mejor que los otros: lo que de verdad buscas es saber cómo viven los otros, qué pueden enseñar, cómo afrontan la realidad y lo extraordinario de la vida.
- Entiende que todo el mundo te entiende. Aunque no hables la lengua, no tengas miedo: yo ya he estado en muchos lugares en los que no había manera de comunicar con palabras y siempre he acabado encontrando apoyo, orientación, sugerencias interesantes e incluso amantes. Algunas personas consideran que, si viajan solos, van a salir a la calle y a perderse para siempre. Basta con llevar la tarjeta del hotel en el bolsillo y – en una situación extrema—tomar un taxi y enseñársela al conductor.
- No compres mucho. Gasta tu dinero en cosas que no debas cargar: buenas obras de teatro, restaurantes, paseos. Hoy en día, con el mercado mundial e Internet, puedes tenerlo todo sin pagar exceso de equipaje.
- No intentes ver el mundo en un mes. Más vale quedarse en una ciudad cuatro o cinco días que visitar cinco ciudades en una semana. Una ciudad es una mujer caprichosa, requiere tiempo para dejarse seducir y mostrarse completamente.
- Un viaje es una aventura. Henry Miller decía que es mucho más importante descubrir una iglesia de la que nadie ha oído hablar que ir a Roma y sentirse obligado a visitar la Capilla Sextina, con doscientos mil turistas gritando en tus oídos. Ve a la Capilla Sixtina, pero déjate perder por las calles, caminar por las callejuelas, sentir la libertad de estar buscando algo que no sabes lo que es, pero que –con toda seguridad—encontrarás y cambiará tu vida.